Más allá de la frase: Quédate en casa.
abril 2, 2020

Lo que ocurre en la realidad de algunas mujeres

En estos días de aislamiento social, he podido reflexionar mucho sobre todas esas voces que siempre me hablan en mi cabeza.

Los primeros días de quedarme en casa, he de confesar: ¡lo disfruté!  Aproveché para compartir con mi hija tiempo que hace días no había podido por andar corriendo de allá para acá por las obligaciones laborales; mi esposo estaba feliz de nuevo comía comida preparada por mí, y ese closet que tenía pendiente de arreglar hace meses, ya estaba arreglado. Bien, los primeros días todo estaba bien.

Conforme pasan los días, he tenido que enfrentar situaciones para las que no estaba preparada y ahora si eran dignas de preocupación… mi agenda de trabajo cancelada de manera impresionante (léase no ingreso económico). Asumí la responsabilidad de la educación académica de mi hija, y lo que todo eso corresponde. Las tareas de la casa también las agregué en los asuntos por hacer, ya que, en mi caso, es más seguro que el ángel que me ayuda con las labores domésticas se quede en casa en estos días, creo que es una situación humana, ella tiene familia también, además representaba una situación que yo no podía controlar.

Los días siguen pasando, las noticias siguen agobiándome, extraño ver a mi familia, la montaña rusa de las emociones comienza a aparecer, además del grito físico que hace mi cuerpo.

Hay días, en los que amanezco muy positiva, otros en los que quiero llorar a pesar de que no me he dado permiso.

Esta experiencia de vida, la escribo más allá de mi rol como psicóloga. Lo escribo como mamá.
Nuestro rol como madre siempre es agotador y lleno de culpa, pero estos días, estos días amigas mías son agobiantes en todo sentido.

Los hijos: Los hijos son maravillosos, amo a los niños, pero ¡los docentes son unos santos!

Estos días me ha tocado luchar para que mi hija comprenda que no estamos de vacaciones, que hay una carga académica que cumplir, se queja porque tiene que escribir y le duele la mano, porque esa materia que le envían es muy aburrida, porque el video es demasiado largo… puedo seguir.

Además, cree que por estar en casa, mamá y papá son accesibles en todo momento. No ha logrado comprender que en tanto estemos en reuniones virtuales no podemos atenderle como ella quisiera. 

¡¡¡Quiere comer todo el día!!! Y que mamá le cocine todo el día. 

Ante estas situaciones, bien todo bien… hasta ayer.

Ayer me abrazó muy fuerte, llorando.

Le pregunté qué pasaba. Me dijo: “no quiero que tita se muera”. Me despedazó.
¡De nada sirvió todo lo que le he dicho sobre el bichillo horrible que anda afuera y que le ganamos la batalla si nos lavamos muy bien las manos y no nos tocamos la cara, de nada!

Tocó mi corazón y las fibras sensibles que hasta ahora había tenido muy bien resguardadas. Si su tita se muere, por ende, se muere mi mamá y ¿qué hago yo si mi mamá se muere? 

Nota mental: hablar con mi hija sobre la muerte. Nota mental dos: llénate de fuerza para hablar del tema con ella y por favor recuerda no llorar… mi hija llora cada vez que me ve llorando.

La profesional

Arreglando el closet que les conté, encontré un artículo que una revista hizo cuando yo tenía 25 años. Aparece una foto mía, como parte del artículo que trataba sobre tipos de mujeres. Yo fui la imagen de la joven profesional, soltera. Ego inflado.

Ahora no soy soltera, pero sigo siendo profesional. Profesional en pausa, porque no puedo atender ya que los servicios que brindo, al parecer no son prioridad en este momento social y financiero.

Me inunda la tristeza, la melancolía, y sobre todo la incertidumbre… he llorado tanto. Mi esposo que es más experto que yo en esta área, me da apoyo y me consuela, pero es frustrante.

Trato de re inventarme a nivel profesional y sé que muchas de ustedes están igual que yo. He tratado de convencerme que esta pausa, es parte de lo que me va a hacer mejor profesional y así seguir soñando alto, pero un día a la vez.

La mujer

Como mujer “he estado fuerte” tragándome mis emociones. Pongo películas tristes para llorar en paz.

Trato de encontrarme conmigo misma, me pregunto qué tengo que aprender de todo esto. He retomado mi relación con Dios, es decir le pregunto más cosas que antes. Trato de ser agradecida con lo que la vida me ha dado.

Pero, sobre todo, vivo un día a la vez, cosa que me cuesta un poco porque siempre ando adelante pensando en los: ¿y sí?

Y como mujer escribo esto, porque estoy segura que mis amigas, ustedes igual que yo, cargan la “procesión por dentro” pero de corazón de mujer a mujer, de mamá a mamá créanme que esto va a pasar, y va a pasar en la medida que cada una de nosotras decida. 

Podemos hacer lo del ave fénix, volvernos cenizas y levantarnos más fuertes. ¿Qué les parece?

Unámonos, seamos solidarias, amémonos más, tal cual somos, vivamos nuestras emociones sin miedo: lloremos si hay que llorar, pidamos espacios a solas si es lo que ocupamos, pidamos ayuda cuando lo ocupemos. 

Disfrutemos nuestra naturaleza hermosa y sigamos adelante, siempre adelante, que dentro de algunos años, vamos a contar esto como las heroínas que somos, que llevamos por dentro.

Abrazo y otro abrazo. 

¡No olvides, quédate en casa! ¡Y guarda a los tuyos también!

Te invitamos a conocer nuestros servicios y como en conjunto podemos fortalecer estas habilidades para un desarrollo pleno.

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Alejandra Rojas

Psicóloga - Coach parental. Educadora de familias certificada en disciplina positiva